La autora

Para ahondar en el modo de ser, de pensar, de sentir, de vivir, de escribir de Griselda Gambaro, compartamos unos momentos con ella…

En una entrevista que le realizaron en la revista El Monitor, la dramaturga cuenta cómo era ella como estudiante, sus comienzos en la literatura, su formación, entre otros temas:

Todo empezó con el Quijote

Gracias a una profesora del secundario que nunca olvidará, descubrió que la novela de Cervantes no era solo un clásico impuesto por el programa, sino un texto «lleno de humor y sabiduría». Aquel deslumbramiento terminó de moldear su vocación de escritora. El resto del aprendizaje -eran otros tiempos- se lo debe a las bibliotecas públicas.

Griselda Gambaro nació en 1928, en alguna parte entre Barracas y La Boca. En plena Década Infame comenzó la primaria en la escuela José María Gutiérrez, que todos conocían como «la escuela Rocha» porque daba a la calle del mismo nombre. En ese ámbito aprendió a usar su principal herramienta, la palabra. Su vocación se fue moldeando entre composiciones escolares y una búsqueda infatigable en los estantes de la biblioteca pública. Hoy es una escritora reconocida en el país y en el exterior, cuya producción abarca principalmente obras de teatro, además de novelas y relatos infantiles. Recuerda su paso por el aula con sensaciones encontradas: desde aquella profesora de Literatura que la fascinó con su lectura del Quijote, hasta su primer encontronazo con la censura. Luego de que su novela Ganarse la muerte, fuera prohibida durante la última dictadura militar, se exilió en Barcelona. Semejante atropello tuvo una reparación tardía: el año pasado, la Biblioteca Nacional incluyó Ganarse la muerte entre sus tesoros más preciados. Dice Gambaro: «No fue solamente una satisfacción para mi ego, sino que también sirvió para marcar la inutilidad de las prohibiciones en el campo de la cultura. Lo que se prohíbe vuelve a surgir, como una planta que se resiste a morir. Se ha visto tantas veces a lo largo de la historia: con Madame Bovary o Las flores del mal, lo mismo que con los libros quemados por el nazismo. El libro es una de las cosas más difíciles de destruir, porque renace de las cenizas».

-¿Cómo era una escuela de barrio en sus tiempos de alumna?

-Competente. Muy contenedora. Se respetaba mucho a los maestros. Una iba a aprender, y aprendía. Tal vez era demasiado autoritaria, un signo de la época. Podría reprocharle todas las pequeñas formas de la autoridad que se imponían a los alumnos, como estar en la fila sin moverse, bien alineados. Pero las maestras llenaban ampliamente el cometido de enseñar, de interesarse por el alumno. Incluso, con algunas tuve lazos profundos.

-¿Con cuál, por ejemplo?

-Con mi maestra de primer grado, no recuerdo su nombre. Era una persona muy cálida, muy afectuosa. Y a esa edad, una lo agradece mucho. Era capaz de poner la mano en el hombro, de tener un contacto menos profesional, diría, con los alumnos. No era exigente de una manera dura, sino más flexible. Son cosas que no se olvidan. Y después, en los primeros años del secundario -en un viejo colegio de Barracas que todavía está, en la calle Arzamendia, el Liceo Número 3- tuve una profesora de Castellano, Sofía Sierra Victorica.Todavía recuerdo su explicación del Quijote.

-¿Por qué la recuerda?

-Porque hacía del Quijote un texto único, lleno de humor y sabiduría. A veces, las profesoras de Castellano eran un poco académicas. Esta mujer, en cambio, daba vida a los textos. Además, siempre me gustaron las composiciones escolares. Y esta profesora tuvo una importante influencia en mí, alentándome cuando escribía sobre la lluvia o cosas así. Es maravilloso, una virtud o una cualidad que los maestros a veces olvidan: el tipo de influencia benefactora que pueden ejercer sobre sus alumnos. Y cómo pueden incidir en la vida de una persona con un pequeño gesto. El entusiasmo de esta profesora por el Quijote era tal, que una decía: «Bueno, hay otras cosas». El colegio no significa solo estudiar los teoremas, francés o física. Sino también eso otro, que lo conecta tanto con la vida.

-¿Qué otros contactos mantenía, fuera de la escuela, con el mundo de las letras?

-El que me daba la biblioteca pública, como la biblioteca socialista del barrio de Barracas, la Sociedad Luz. De ahí sacaba todo lo que me interesaba para leer, sin otra guía que mi propia curiosidad por un título o por el nombre de un autor. Además el bibliotecario, que era un hombre muy severo, me dejaba sacar dos o tres libros a la vez, cuando lo habitual era prestar uno solo. Me acuerdo de que una vez me llevé un libro de Nietzsche. Había un fragmento que trataba sobre el poder, que me interesó y lo anoté. Lo guardé en el libro de matemáticas y, cuando en la clase la profesora pidió un ejemplar, le acerqué el mío. Lo abrió y justo se encontró con ese texto. Y rezongó muchísimo. Que no era un texto para el colegio, que era transgresor. Fue la primera vez que me tropecé con la censura explícita.

-¿Cómo era usted como alumna?

-Buena. Pero en el secundario me fui aburriendo, a medida que pasaban los años. Cuando hice quinto, ya estaba un poco harta de lo que la enseñan za tenía para ofrecerme. Esa formalidad académica… Una enseñanza muy petrificada, en un cierto sentido, donde no se discutía ni se opinaba sobre nada. Hay mucho para recibir a esa edad, está bien. Pero una tiene que hacer también una evolución dinámica. Y eso no se producía. Bueno, lo que podía ser útil era la herramienta. Y la escuela, desde la primaria, me dio la herramienta para tener un oficio. El oficio de escribir. Después fue trabajo, obstinación y horas. Pero ya tenía la base. Por eso le agradezco a la escuela, porque me enseñó a leer y a escribir correctamente. Me hizo ganar una letra que todavía hoy es buena. Tenía Caligrafía, una materia que no sé por qué se ha suprimido. Nos enseñaban a dibujar la letra, a tratarla con amor. Eso se ha perdido. Muchas veces recibí cartas de jóvenes, y están escritas con mayúsculas. Y si están en cursiva, es una letra indescifrable. Se ha deteriorado la palabra, como ha pasado en la vida cotidiana. Cuando subís a un ómnibus y escuchás la terminología que usan los chicos del secundario: es de una pobreza apabullante. La calidad de vida de la gente ha bajado.Y la educación. Y el lenguaje, también.

-Hace poco, en una entrevista, usted dijo: «Hoy la utopía de los jóvenes es subsistir».

-Para la mayoría de los jóvenes, es así. Los que han podido acceder a una educación secundaria o universitaria, tienen la preocupación de insertarse en el mercado laboral. Y de los otros ni hablemos: trabajan en negro o esporádicamente, recogiendo cartones o botellas. Antes había pobreza, pero no era una pobreza degradada y degradante como sucede ahora. Una sabía que valía la pena esforzarse porque podía tener movilidad social, había otra cultura del trabajo. Por ejemplo, yo hice el secundario casi sin comprar libros de texto, porque en mi casa no había dinero para eso. Pero bueno, los conseguía en la biblioteca o me los prestaban mis compañeras.Y no hice la universidad porque quería escribir y pensaba, equivocadamente, que si seguía una carrera universitaria como Letras me lo iba a impedir. Ahí no tuve maestros, más que los que venían en los mismos libros. La frecuentación de los grandes escritores. Porque leí mucho, y de todo: lo bueno y lo malo. Eso me dio una especie de panorama de la literatura y después pude ir seleccionando. Además tenía conversaciones con ciertas amigas, a quienes también les gustaba la literatura. Y leía revistas o iba a las librerías de viejo.


-Una formación autodidacta.

-Sí, pero no autodidacta por completo, porque los maestros fueron esos escritores que fui conociendo a lo largo del tiempo. Siempre leo tratando de aprender, aunque sea una novela policial. Me fijo cómo está escrita, cómo se desarrolla la acción, cómo son los personajes. Es como un segundo segmento de mi cabeza. Con el primero tengo el placer de la lectura. Con el segundo, estoy leyendo como escritora. «¿Qué me sirve de esto». Así leí teatro, por ejemplo. Porque no vengo del escenario, de la práctica teatral, como muchos autores.Vengo de los libros, de la literatura dramática.

-¿Y cómo fue ese pasaje de la literatura dramática al escenario?

-Primero era leer, disfrutar de esa lectura.Y después mirar cómo se desarrolla y cómo son los tiempos de una determinada escena. Eso se va incorporando cuando se lee a los grandes autores de teatro. En mis primeras obras, si tenía alguna dificultad con una escena y recordaba que había algo parecido en la obra de un gran autor, iba, la recorría y eso me daba aire para encarar el problema.

-¿Ese aprendizaje se puede transmitir?

-Claro. Hay cursos de dramaturgia, de los que han salido buenos dramaturgos. Pero es un camino inevitablemente personal, que depende también del talento de cada uno. Mucho trabajo, mucha lectura. Creo que si una no tiene capacidad de aprender constantemente, se muere. O ya está muerta. Por eso hay que tener curiosidad o interés en las cosas que pasan, en los libros y en todas las actividades humanas.

-Con una carrera tan prolongada y reconocida, ¿puede haber algo de docencia en su obra para los autores más jóvenes?

-Para mí es difícil saberlo.A veces puedo sentir, porque se me acerca gente o por una carta que recibo, que lo que he hecho ha tenido cierto eco. Ha servido. Pero la docencia posee una cualidad que no tiene el arte: es para enseñar, para que resulte útil, formativa. La literatura es formativa, pero en otro sentido. No tiene esa obligatoriedad de la docencia.

-Frente al avance de la cultura audiovisual, ¿qué lugar ocupa el libro?

-Son formas de comunicación distintas. El libro permite una conexión autor-lector que no se da con los medios electrónicos. Permite otra manera de razonar, de instalarse en el pensamiento del autor. Podrá disminuir, pero es una necesidad de intercambio que va a estar siempre allí. El libro es un objeto que tenemos en nuestras manos, que leemos en nuestra casa. Permite estar en soledad y acompañados, al mismo tiempo. Es muy distinto que instalarse frente a la computadora.

-Para muchos chicos y chicas parece estar más a mano la computadora.

-Sí, pero creo que no tendría que haber tanto acceso a los juegos en red. No se puede ir contra la época en la que se vive, pero habría que poner algún límite. O, quizás, incitar más a la lectura; pero como placer, no como obligación. Enseñarles a los chicos que resulta más rico y placentero leer un libro que, a veces, estar horas frente a una máquina.

– Los chicos y la lectura es un tema que le preocupa, porque también ha escrito libros para el público infantil.

-Sí. Ahora sale La bolita azul, que es la historia de un juguete, pensada para chicos de ocho en adelante. Y después saldrá El caballo que no sabía relinchar, que son cuentos para chicos de menor edad. Una puede olvidarse de los grandes dramas de la humanidad escribiendo para chicos y chicas. No me representa ningún esfuerzo especial cuando lo hago. Simplemente, en un momento dado, se me ocurre una idea que sé que es para chicos y la escribo, sin disminuirme. En un estado de inocencia infantil, te diría. El mundo de los adultos es mucho más complejo. El de los niños y las niñas, en cambio, es una dimensión más fresca, espontánea, en donde pueden pasar cosas que los adultos tendemos a arruinar.

-Este año pronunció el discurso inaugural de la Feria del Libro, que a su vez estuvo dedicada al teatro, ¿tuvo algún significado especial?

-Era una deuda de la Feria con el teatro, como la que tiene con la poesía. No son géneros menores. No son parientes pobres. Hay una especie de confusión general al respecto. Incluso algunos autores ayudan a instalar el viejo dilema: «¿Es literatura o teatro?». Es una discusión ociosa: no tenemos por qué renunciar a los buenos textos. Estar en la Feria es un incentivo, por lo depreciada que está la literatura dramática. Y todos esperamos que no haya sido algo esporádico, sino que se le siga prestando a esa literatura la misma atención en la cultura del libro.

-¿Se puede trazar alguna analogía entre el teatro y el aula?

-Todos vivimos en un escenario, donde actuamos. Y una desea que, en esa actuación, pase lo mismo que con los buenos actores: ser sinceros, que lo que suceda ahí sea auténtico, rico, estimulante. Pienso que el teatro tendría que estar más presente en la clase. Porque el teatro es un juego, tiene un aspecto lúdico que es muy útil para la enseñanza. Y también para que los chicos descarguen sus problemas. Algunas de mis obras fueron leídas en el secundario, como Decir sí, por ejemplo. Importa que fuera actuada, más allá de si estuvo bien o mal hecha. El teatro es importante para los chicos. Tendrían mucho placer y aprenderían mucho si pudieran jugar a ser otros.

Juan Andrade

La malasangre (1981)

Esta obra fue estrenada en 1982 en el marco del ciclo de puestas en escena de Teatro abierto. La historia, ambientada en la época del segundo gobierno de J.M. de Rosas, habla del poder, la dominación y los roles de género a partir de diversos conflictos que se presentan entre los miembros de una aristocrática familia y un particular educador que se integra en ese entorno.
 
El texto completo puede consultarse en el sitio:
 
https://docs.google.com/document/d/1c35DyYs9VZpE-ndEvFxlCvgMYrg1EpUX92qQCnhOgfw/edit
 
 

Decir sí, de Griselda Gambaro

Esta breve pieza teatral fue estrenada en 1981, en el marco del ciclo de Teatro abierto. La obra, en su brevedad, condensa una gran metáfora sobre las formas de ejercer la tiranía y el poder sobre otros, mediante el juego e inversión de los roles de víctima y victimario, al presentar una absurda situación en una peluquería…

A continuación, el link donde poder leer completa esta obra, descargando el texto en PDF:

http://ebiblioteca.org/?/ver/63918

 

Una versión de la obra en el marco del Ciclo de Teatro Abierto realizado por la TV pública en el 2013

 

Sobre teatro abierto

Griselda fue una de las dramaturgas que participó del movimiento de resistencia política-cultural de Teatro Abierto.

Sobre este movimiento la Televisión Pública ha de realizar un ciclo especial, y, Dario Grandinetti, habló sobre el ciclo y Teatro Abierto en el siguiente artículo:

Viernes, 25 de octubre de 2013
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DARIO GRANDINETTI PRESENTA DESDE EL MARTES EN LA TV PUBLICA HOMENAJE A TEATRO ABIERTO

“Fue teatro químicamente puro”

El actor será presentador y entrevistador del ciclo. Homenaje…reunirá trece adaptaciones televisivas de obras pertenecientes al emblemático movimiento de resistencia cultural a la dictadura.

Por María Daniela Yaccar
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Grandinetti y un programa necesario. Se verán, entre otras, El nuevo mundo, La oca y Papá querido.

No hay metáfora posible para una realidad que habla por sí sola. Hubo un momento en la historia argentina, hace no tantos años, en el que un teatro podía arder en llamas hasta su destrucción casi completa. La metáfora, en todo caso, está en la misma realidad. Porque está más que claro que a los militares les importaba poco prender fuego a El Picadero, lo que les importaba era otra cosa (que no consiguieron): acabar con ese movimiento cultural y político, sin precedentes casi en el mundo, que se llamó Teatro Abierto (TA). Algunas de esas obras, que exhibieron la potencia, la libertad y la razón de ser del teatro, se verán a partir del martes que viene por la pantalla de la Televisión Pública. Se hicieron trece adaptaciones para la televisión con muchos de los actores que les pusieron el cuerpo originalmente. Aquello que intentaron destruir llega, con los treinta años de democracia como telón de fondo, al medio de comunicación más masivo de todos. En 1981 casi ninguno cubrió la conferencia de prensa que ofrecieron los hacedores de Teatro Abierto, encabezados por Osvaldo Dragún.

“Fue teatro químicamente puro”, define a Página/12 Darío Grandinetti, el presentador y entrevistador de este ciclo llamado Homenaje a Teatro Abierto. Lo instituyente se puede convertir en lo instituido, según la filosofía de Cornelius Castoriadis. Este es el caso de TA. Nació como un espacio que ofreció “alivio”, según han expresado muchos de sus participantes y fanáticos, porque el teatro unió y reunió a los que se oponían a la dictadura militar, que dejaron de sentirse tan solos ante la opresión. Basta pensar en las impresionantes colas afuera del Tabarís para comprender la necesidad que había de un espacio como ése. El movimiento es hoy considerado un hito, es estudiado en el mundo y se lo recuerda como un ejemplo de resistencia cultural y política, que enfrentó a la dictadura “a la par que el rock y las revistas de humor”, como sostuvo Roberto “Tito” Cossa en una entrevista.

El programa se emitirá de martes a jueves a las 22.30. Se filmaron trece de las 21 obras, con sus actores originales y con otros que fueron convocados especialmente para el ciclo. Incluso participaron directores que formaron parte de TA. “El objetivo es homenajear a TA y a su gente”, expresa Grandinetti en su camarín del estudio de la calle Figueroa Alcorta. Es el día en que terminaron las grabaciones y el equipo entero está de fiesta. Durante la primera semana de emisión se verán El nuevo mundo, de Carlos Somigliana; La oca, de Carlos Pais, y Desconcierto, de Diana Raznovich. Cada día se emitirá una obra. Y al final, se verán las conversaciones de Grandinetti con los grandes directores y dramaturgos, con los actores (los originales y los nuevos), así como también con figuras que formaron parte de otro modo, como dueños de espacios teatrales, acomodadores, músicos o periodistas que cubrieron las obras en ese entonces. “En realidad, no fui tanto un entrevistador”, aclara Grandinetti. “La gente que participó está muy orgullosa de eso. Entonces tenía muchas ganas de contar”, explica, en uno de los pasajes de una charla que se centra en la relación entre la cultura y la política.

El cruce generacional es un dato interesante de este homenaje. Entre los directores que fueron parte de TA se encuentran, por ejemplo, Raúl Serrano y Hugo Urquijo, y entre los nuevos, Alejandro Tantanian, Román Podolsky, Lía Jelín y Pepe Cibrián Campoy. Entre los actores se encuentran Marilú Marini, el Puma Goity, Pepe Soriano, Virginia Innocenti y Luciano Cáceres, entre otros.

–¿Cuál es su lectura sobre Teatro Abierto?

–Fue teatro químicamente puro. Teatro en su máxima expresión. Una de las cosas que surgió en las entrevistas es que se pudo realizar porque había una forma de trabajo ejercitada en el teatro independiente. TA fue posible por el coraje de la gente que lo llevó adelante y por eso generó su herencia, pero se produjo porque había una formación de autores y directores en el teatro independiente. Por eso se pudo gestar esa manera de producción tan rara: veintiún obras, tantos elencos, la unión de mucha gente muy importante con alumnos… fue una gran mezcla. Había una necesidad tan real de hacerlo, tantas ganas de la gente de participar, de hacer las obras a las cinco de la tarde y después ir a trabajar al teatro comercial… Se conjugaron muchas cosas que habitualmente tienen que ver con el teatro. Hoy también el teatro es un hecho social y político. Pero no es necesario responder, hacer frente a nada. No hace falta un movimiento cultural para defenderse de nada. Bueno, cada uno puede hacer y contar siempre. Pero no hay un ninguneo al teatro. Al contrario, las políticas están a favor de la cultura.

–En cuanto a las expresiones artísticas, hay una revalorización de lo propio.

–Se puede hablar de nosotros siempre, aun con el teatro universal, porque si hacés Shakespeare acá estás haciendo una adaptación argentina. De todos modos, siempre conviene poner en valor al autor nacional. Este no es un momento en que esté ninguneado como antes, cuando no se programaban autores nacionales en teatros oficiales. Lo que estaría bueno sería revalorizar el San Martín, que está atravesando una etapa nada buena: no tiene programación estable, el teatro está en condiciones deplorables. Habría que hacer una toma del teatro. Hay ciertos sectores que creen que son patrones de estancia, que hacen lo que quieren. Por eso se puede alquilar un teatro para un cumpleaños. Después uno escucha a algunos funcionarios decir que hace cincuenta años que no se hace nada en ese teatro, que no se lo arregla. Pero se olvidan de que los últimos seis años gobernaron ellos, o sea, más del 10 por ciento de esos cincuenta años. Nunca como ahora el San Martín se quedó sin calefacción, sin agua y sin programación. Pero, al margen de eso, hay un proyecto cultural nacional a favor de la cultura. Nunca antes un gobierno se había ocupado. Preguntan por qué los actores estamos a favor. Y bueno: ciertas decisiones son nuestro pancho y nuestra coca, podríamos decir. Nos apoyan, nos tienen en cuenta, se pone en marcha una ley que estuvo cajoneada durante años, nuestro trabajo es reconocido como propiedad intelectual, se apoya al cine…

–Cuando se cuestiona a un actor que apoya a un gobierno o a un proyecto se borra el hecho de que el actor es primero un sujeto político o un ciudadano…

–Ese pensamiento no resiste ningún análisis, porque entonces Picasso no debería haber pintado el Guernica ni Goya los fusilamientos. Galeano no debería haber escrito Las venas abiertas de América latina o Neruda el 90 por ciento de su obra. Para algunos el lugar del actor es otro. Tiene que expresar una opinión ligada a sus miserias, sus divorcios, tiene que contar con quién se acuesta, con quién se pelea, quién se murió o de qué está enfermo. Durante años fue así. Si no, el actor tiene que hablar de lo genial que es, de que llena el teatro. No se les ocurre pensar que los teatros se llenan porque la gente tiene guita para ir. Porque, por más genial que seas, si la gente no tiene plata, no va al teatro ni al cine ni a comer. El asunto siempre es el mismo: ningunear la política. Ese es el supra objetivo. Vemos muchos candidatos que van a la televisión y no hablan de política. Hay mucho noventismo todavía; caló hondo, hizo escuela. Hay que estar atentos y revalorizar la política. Porque en la medida en que se desprestigie seguirán apareciendo los De Narváez, los Macri, los Del Sel. Hay mucha cosa buena hecha y mucha cosa por hacer, pero esos no vienen a hacer lo que falta. Esto hay que tenerlo claro.

–Volviendo al homenaje… ¿cuál es la importancia de que Teatro Abierto tenga un espacio en la televisión?

–Está bien que la TV Pública se ocupe de algo como esto. Está para estas cosas, no para hacer 50 puntos de rating. Por otro lado, si el canal tiene 3 puntos en general, ¿cómo vas a tener 20 con un programa? Se suele juzgar la calidad de un programa de televisión en base al rating que tiene. Eso es muy de los noventa también. Es una lógica que se usa para pensar el fútbol: hay veinte equipos, uno es el campeón y los otros diecinueve son boludos. Quisiera que esto lo viera todo el mundo. Elijo hacer cosas que valen la pena. Con el teatro soy igual: no pienso si la gente irá. Hago lo que tengo ganas. La televisión pública se tiene que ocupar de esto, durante un tiempo se ocupó de cortar la manzana y no escuché muchas críticas. Los actores hemos trabajado cuando la televisión pública era de los militares, de Alfonsín, de De la Rúa, de Menem. Pero les molesta que trabajemos en la televisión pública del kirchnerismo. En las otras también trabajamos y nadie saltaba rasgándose las vestiduras como ahora.

–La información sobre Teatro Abierto está dispersa, hay que buscarla por diferentes lados. ¿El programa propondrá una suerte de reconstrucción?

–No hay mucho material fílmico. De las obras no hay, hay fotos. La idea es descubrir algunos datos que estaban perdidos. Sí, es una reconstrucción. Pero sobre todo un homenaje y la intención de que todos tomemos conciencia de que no al cuete le tienen tanto miedo al teatro. Genera algo que molesta.

–¿Cómo le resultó el rol de conductor?

–Fue muy fácil, porque la mayoría de la gente que participó está orgullosa y tiene muchas ganas de contar. No tenía preguntas preparadas, me puse al tanto de lo que cada uno había hecho en ese momento y directamente los protagonistas contaron sus historias. En algunos casos hablamos de las obras, en otros no… hay gente a la que le gusta más hablar que a otra. No fui un entrevistador. Formé parte de algo que me enriqueció, tuve la posibilidad de charlar con quienes participaron de eso. Fue una suerte.

–¿Y hubo alguna historia que lo haya sorprendido particularmente, algún dato que desconocía?

–Descubrí varias cosas que no sabía: cómo influyó en cada persona. Hubo mucha gente que se conoció ahí, incluso algunos que se casaron y siguen casados después de tantos años. Me conmovió la gente importante que fue y preguntó “¿qué quieren que haga?”, como Alezzo, que no participó dirigiendo en la primera edición, pero que se ofreció para colaborar con lo que fuera, como boletero o asistente. Esas historias son conmovedoras.

 

La nueva obra de Griselda Gambaro: Querido Ibsen: Soy Nora

Según  palabras del propio director de la obra, Silvio Lang, esta surgió gracias a que «La actriz Alicia Zanca le había propuesto a Griselda realizar una adaptación de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, un clásico del teatro moderno. Griselda me pasó el borrador para que le de mí opinión. Luego Alicia falleció y yo le propuse a Griselda dirigir la obra, me venían escenas del melodrama norteamericano de la década del 50 -las películas de Douglas Sirk- deconstruído por Cassavetes y Bergman. Presentamos el proyecto al Complejo Teatral de Buenos Aires, y a su director, Alberto Ligaluppi, le resultó muy tentador realizar un estreno de Gambaro en la programación 2013. Mi lectura de la obra que hemos conversado con Griselda tiene más que ver con la construcción de un sujeto, cómo se construye un sujeto contemporáneo excluido de la formación discursiva de la heterosexualidad normativa. Cuáles son sus revueltas, sus luchas histéricas y la producción de un pensamiento propio, cómo se construye una voz. Un interés que atraviesa toda la poética de Gambaro. Allí la relación del autor y el personaje, del director y la actriz surgen como paradigma. Uno se escribe, se construye como sujeto como los actores hacen con sus actuaciones o los autores con sus personajes, con una pasión arqueológica. Los actores hacen evidente lo que hacés con tu construcción identitaria que nunca se clausura si no que es un proceso en construcción y negociación con el Otro social»

Se puede ver el comentario completo del director sobre la obra en:

http://www.tumacondo.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1122:silvio-lang-estrena-obra-en-el-teatro-san-martin&catid=41:slideshow&Itemid=105

Esta obra es una adaptación de «Casa de muñecas», del dramaturgo H. Ibsen, estrenada en 1879.

Si bien en ese entonces la pieza causó polémica por su perfil crítico hacia las normas matrimoniales del siglo XIV, con el tiempo esta creación se convirtió en un destacado material de lectura obligatoria en numerosas instituciones educativas.

“Casa de muñecas” tiene como protagonistas a Torvald Helmer y a Nora, una pareja de buena posición económica que se casó hace ocho años y tiene tres hijos.

Durante la época navideña, la familia es notificada sobre el ascenso laboral de Torvald, quien en Año Nuevo sería nombrado director del banco en el que trabaja. A raíz de ello, su esposa expresa su alivio por no tener la presión del ahorro pero Torvald le aconseja tener cuidado ya que su primer sueldo correspondiente al flamante cargo que se le ha asignado recién llegará tres meses más tarde.

En medio de esos cambios, aparece en escena Christine Linde, una amiga de Nora que llega de visita tras diez años de ausencia. En ese lapso, la mujer contrajo matrimonio con un hombre acaudalado pero, cuando él murió, ella no heredó nada y se vio obligada a encontrar empleo para poder mantener a su madre y hermanos. Lejos de sentirse aliviada por esta acción, Christine experimenta un vacío interno y la necesidad de conseguir un trabajo nuevo, razón por la cual su amiga le ofrece ayuda.

A su vez, Nora le cuenta a Christine cómo ha sido hasta el momento su vida de casada y, en ese contexto, le confiesa haber falsificado la firma de su propio padre para poder viajar a Italia junto a su marido y su primer hijo, una actitud que, tras ser descubierta por un abogado, la ha convertido en víctima de una extorsión.

Tiempo después, Torvald toma conocimiento de la estafa cometida por su esposa y la acusa de ser una mujer mentirosa e hipócrita. Sin embargo, decide ocultar el hecho para que su reputación social no se vea salpicada.

En este contexto, el abogado Krogstad se acerca a Torvald una vez más pero, en esta oportunidad, para hacerle saber su decisión de perdonar a Nora. A partir de entonces, el esposo decide disculpar a su esposa y retomar su aparente felicidad matrimonial sin tener en cuenta que ahora será Nora quien experimente una sensación de decepción frente al comportamiento egoísta de su compañero. Cansada de ser tratada como una muñeca, la mujer decide abandonar a su familia convencida de su incapacidad de educar a sus hijos sin antes formarse ella misma.

Al estrenarse la obra, los diarios Página 12 y Clarín presentaron las siguientes críticas:

Página/12

espectaculosVIERNES, 30 DE AGOSTO DE 2013

TEATRO › GRISELDA GAMBARO ESTRENA HOY QUERIDO IBSEN: SOY NORA

“Tanta dejadez, tanto desprecio por la cultura es intolerable”

La escritora, dramaturga y ensayista se refiere al estado del Teatro San Martín, donde a partir de hoy se podrá ver su relectura del clásico Casa de muñecas. “El abandono es humillante. Se gasta una enormidad en eventos y uno se pregunta qué pasa con el teatro”, dice.

 Por Hilda Cabrera

Nora interpela a su autor, Henrik Ibsen, y en esa ida y vuelta dibuja su personaje. Toma distancia del que imaginó el dramaturgo noruego en Casa de muñecas quien, por esa circunstancia, pasa a ser protagonista, no ya de Casa… sino de Querido Ibsen: soy Nora, la más reciente obra de la escritora, dramaturga y ensayista Griselda Gambaro. El atrevido planteo de la protagonista, insólito para la época en que se la retrata, no adhiere a las versiones que han mostrado a la Nora de Ibsen como una revolucionaria o un ser que, ahogado por su obediencia, primero al padre y después al marido, creó su propio cerco. Encerrona de la cual sólo se sale con actitudes extremas. Gambaro no apunta a una ni a otra, pues Nora no es la mujer que cumple una función periférica sino alguien que se dispone a obrar sin siquiera apoyarse en la esperanza de un cambio. El lenguaje fluido y conciso de la autora reaparece una vez más en esta pieza que, dirigida por el pampeano Silvio Lang, se estrena hoy, en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín. Sobre la génesis de este trabajo, Gambaro cuenta en esta entrevista que lo inició para la actriz Alicia Zanca: “Era su próximo proyecto. Yo estaba muy ocupada y se lo dije, hasta que, en un día de ocio, surgió una idea sobre la obra y me puse a escribir, pero entonces Alicia ya estaba muy enferma”.

–En Querido Ibsen… Nora interpela pero también dialoga, quiere ser artífice de su figura. Ese comportamiento es la contracara del asignado a su marido, Torvald, meloso y a la vez violento.

–En mi obra, lo original, y lo digo entre comillas, es la presencia de Ibsen escribiendo Casa de muñecas, porque ésa es la obra que se está gestando en la escena. Allí vemos que los personajes no están enteramente apresados por el autor, que lo impugnan, sobre todo Nora, y lo odian, incluso.

–¿Se trata de un sinceramiento? Nora es consciente de que Ibsen puede ayudarla o destruirla.

–Las propuestas de Ibsen no son las que ella espera, aunque él no hubiese podido escribir esta obra si las mujeres de aquella época no hubieran estado luchando contra las reglas de una sociedad tan pacata. Como Nora, esas mujeres quedaban unidas a matrimonios donde el marido era el dueño de la ley. En Nora, la libertad para elegir no es solamente un tema social: es una postura individual e interior. El motivo por el que su marido la desprecia es haber obtenido un préstamo a escondidas y falsificar la firma del padre, supuestamente su garante. Su propósito era gastarlo en un viaje que permitiera mejorar la salud de su marido. El desencadenante de esta historia es la mezquina reacción del marido al descubrir su deuda.

–¿Cuál es hoy el valor de una obra como Casa de muñecas?

–Reconozco que Ibsen es un gran autor, aunque hoy no se podría soportar en un escenario una obra tal como la escribió porque es reiterativo y explica demasiado, pero la estructura y el diseño de los personajes sigue en pie. Es un escritor sólido. Desde el punto de vista actual se lo cuestiona, pero debió tener mucho valor e independencia de criterio para escribir esta obra en el siglo XIX. No estoy muy actualizada de los comentarios y reacciones que produjo, pero debió haber caído pesado.

–¿Cómo fue el trabajo con el director Silvio Lang?

–Vi una puesta suya de mi obra La señora Macbeth, en Santa Rosa, La Pampa, en una vieja papelera. Estaba muy bien actuada y resuelta. Tengo buena relación: es inteligente, preparado y se interesa no sólo por hacer teatro, sino también por pensarlo.

–¿Qué significa “pensar” el teatro?

–Ver qué pasa por dentro, qué obras se ofrecen, cuáles son las tendencias y qué es eso de lo nuevo por lo nuevo, o sea, la moda. No estoy todo el día metida en el teatro, pero trato de enterarme qué están aportando las salas y si sus espectáculos son realmente trascendentes. También, cuál es el camino del teatro para “un solo espectador” (un teatro experimental creado “para resistir”, según sus practicantes), que no impugno a priori porque puede ser inquietante. El teatro ha sido siempre un arte colectivo, y prefiero preguntarme si sirve o no ese individualismo, así como me pregunto por el excesivamente tecnificado. En esas expresiones cuenta mucho el narcisismo.

–¿Para no quedar desfasados, tal vez?

–Uno tiene que trabajar por propia necesidad y no por lo que dicta la moda.

–¿Imagina la puesta cuando escribe?

–En mi cabeza está todo: soy la primera realizadora de mis obras.

–¿Cómo es hoy la actitud respecto de la actividad teatral? Me refiero a la sociedad en general y a los funcionarios.

–Para responder a la de los funcionarios basta con poner la mirada en el Teatro San Martín. No soy sensiblera, pero veo el estado en que se encuentra el San Marín y me conduelo. Basta ver cómo están los baños, los pasillos de las escaleras… El abandono es humillante. Se gasta una enormidad en eventos, como la carrera de autos en la ciudad, y uno se pregunta qué pasa con el teatro. Es cierto que nunca fue reconocido como un bien de servicio a la comunidad, pero tanta dejadez, tanto desprecio por la cultura es intolerable.

–En Querido Ibsen… se menciona varias veces la palabra desasosiego…

–Esa es la palabra justa para denominar lo que sentimos. Ese estado del espíritu donde uno siente que no está bien y no sabe por qué. Aquí sabemos a qué se debe y si le ponemos nombres diríamos que lo que sentimos es pena y dolor.

–¿Habrá más textos suyos?

–Alfaguara publicará el año próximo una compilación de algunos de mis cuentos anteriores más otros recientes. Escribir es mi vida. Debo tener la cabeza habituada a imaginar.

–¿Vivir alejada de la ciudad favorece a un escritor?

–No podría asegurarlo, pero tengo mi casa en Don Bosco, y con jardín, que no es el de Luxemburgo. A los lectores del diario les recomendaría algo muy simple: plantar algo, lo que sea, radicheta, que crece rápido, para evitar el desasosiego y sentir que la tierra cuidada es generosa, cálida y agradecida

QUERIDO IBSEN: SOY NORMA

Un desafío a la dramaturgia

Nora y Krogstad Belén Blanco y Agustín Rittano en pleno duelo.

Gambaro plantea un interesante contrapunto entre la protagonista y el autor de “Casa de muñecas”.

04.09.2013

En su nueva obra, Querido Ibsen: soy Nora, Griselda Gambaro plantea un contrapunto entre Nora y nada menos que el autor de Casa de muñecas. Por momentos, se transita un diálogo; por otros se despliega una confrontación directa que abrirá una brecha insondable entre ambos. Aquí no se remarca el comportamiento de una heroína, ni se rescata el valor emancipador -para la época- de Nora al haber decidido abandonar a su marido e hijos.

En esta versión, la protagonista no es sólo un personaje acorralado por un marco social agobiante, sino que acciona sin mayores perspectivas de cambio. Y ese movimiento desangelado perfora la racionalidad del autor hasta el sinsentido: “ En realidad, a mí mismo me cuesta aceptar la decisión de Nora como razonable ”, le dirá Ibsen a Torvald, esposo de Nora, cuando ella deje el hogar. La mujer es una herida que no tuvo sutura ni reparación histórica. Y aún interpela.

En la puesta dirigida por Silvio Lang, intervienen los personajes principales del drama. Hay claramente dos líneas que se entretejen: por un lado, la deuda de Nora (Belén Blanco), la extorsión de Krogstad (Agustín Rittano) y las consecuencias de ocultar la verdad por temor a la represalia. Pero además se suma el autor en escena como entidad proveedora de acción y conflicto: Ibsen (Alberto Suárez) está escribiendo la obra mientras se desarrolla. Por esto, el devenir del drama y el diseño de cada personaje son factores constituyentes de la puesta. Y las decisiones que el dramaturgo toma dentro de la maquinaria dramática son cuestionadas más allá de Nora. El doctor Rank (Leonordo Saggese), le reprocha haberlo graciado con una enfermedad terminal y no dejarlo profundizar su amor por Nora. Torvald (Ezequiel Díaz) le pregunta a Ibsen cuando su esposa está punto de partir: ‘ ¿Desde cuándo tanto orgullo? ¿Usted se lo inculcó?’ . El autor también resuelve la trama en el vínculo entre Krogstad y Cristina (Victoria Roland). Sólo queda en silencio Ana María, personal doméstico interpretado por Pochi Ducasse.

Ante la presencia tan potente del texto, que genera su caja resonancia en Ibsen y tiene a Gambaro como generadora de la mirada y del ritmo, los actores utilizan el cuerpo en su calidad extra-cotidiana. Las acciones y la composición espacial responden a la arbitrariedad de los gestos en su armazón poética, no a la lógica de desplazamientos planteada en la obra. Allí fue crucial conjugar en escena la dramaturgia sonora que ejecuta en vivo el pianista Pablo Cácere. Por último, Nora según Belén Blanco, se torna un personaje filoso que tajea la lectura del clásico.

El espacio y la iluminación, en la sala Cunill, fueron diseñados por Gonzalo Córdova. Un alto porcentaje de la fuente lumínica proviene del piso, contracenital. La generación de sombras en ese ambiente, dominado por la estructura de mármol en paredes y columnas, son una composición visual en sí misma. Junto al vestuario de época creado por Renata Schussheim, el estreno de Querido Ibsen … genera un potente teatro de cámara.

 

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